No Solo De Pan Vive El Hombre: Un Análisis Profundo

La frase "No solo de pan vive el hombre" resuena a través de los siglos, invitándonos a reflexionar sobre las verdaderas necesidades del ser humano. En el evangelio de Juan, encontramos un diálogo esclarecedor entre Jesús y una multitud a orillas del lago Galilea. El día anterior, Jesús había compartido con ellos una comida sorprendente y gratuita, saciando su hambre física. Sin embargo, Jesús los confronta con un planteamiento inesperado: "Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el que perdura hasta la vida eterna".

Jesús les dijo: «Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Y Jesús les dijo: «Yo soy el pan que da vida.

Pero, ¿cómo no preocuparnos por el pan de cada día? El pan es indispensable para vivir. Jesús lo sabe. El pan es lo primero. Sin comer no podemos subsistir. Por eso se preocupa tanto de los hambrientos y mendigos que no reciben de los ricos ni las migajas que caen de su mesa. Por eso maldice a los que almacenan el grano sin pensar en los pobres.

Jesús quiere despertar en nosotros un hambre diferente. Les habla de un pan que no sacia solo el hambre de un día, sino el hambre y la sed de vida que hay en el ser humano. No lo hemos de olvidar. En nosotros hay un hambre de justicia para todos, un hambre de libertad, de paz, de verdad. Este Pan, venido de Dios, «perdura hasta la vida eterna». Los alimentos que comemos cada día nos mantienen vivos durante años, pero llega un momento en que no pueden defendernos de la muerte. Es inútil que sigamos comiendo.

Jesús se presenta como ese Pan de vida eterna. Cada uno ha de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Pero, creer en Cristo es alimentar en nosotros una fuerza indestructible, empezar a vivir algo que no terminará con nuestra muerte.

Al escuchar sus palabras, aquellas gentes de Cafarnaún le gritan desde lo hondo de su corazón: «Señor, danos siempre de ese pan». Desde nuestra fe vacilante, nosotros no nos atrevemos a pedir algo semejante. Quizás, solo nos preocupa la comida de cada día.

El Desierto Bíblico: Un Lugar de Transformación

El desierto bíblico, lejos de ser un simple paraje geográfico, se nos presenta como un lugar lleno de vivencias, significados, experiencias y luchas. Aquí no valen neumáticos, sino que uno debe adentrarse a pie descalzo, presto a vivir una aventura con Dios. El desierto es el lugar donde Yhwh se manifiesta y educa al pueblo antes de concederle el gran don de la Torá.

El desierto es símbolo de finitud, de la limitación humana, pero también es el lugar de la fuerza vivificadora de Dios, el ámbito donde se aprende a vivir a la intemperie. La falta de caminos trillados lleva constantemente a tener que escoger entre una dirección u otra, corriendo el riesgo de acertar o equivocarte. Esto conlleva un gran desarraigo y mucha humildad; se aprende a ir por la vida ligeros de equipaje. Y no olvidemos que cuando Dios viene a nosotros es toda una aventura. Caen muchas certezas, rutinas cotidianas y falsas seguridades. El problema está en que nosotros estamos tan anclados en la imagen que nos hemos forjado de Dios que nos cuesta percibir la novedad. Esperamos algo extraordinario y no advertimos que Dios viene a nosotros en la simplicidad y a la vez en la profundidad del momento presente.

El desierto se irá convirtiendo, poco a poco, en tiempo y lugar de gracia, de salvación, un lugar al que Dios lleva a sus amigos. De hecho, nos encontramos con el desierto en los inicios de la misión de los grandes personajes de la historia de la Salvación: Abraham, Moisés, Elías, Juan el Bautista, Jesús y Pablo, todos ellos experimentaron el desierto como un lugar de encuentro con Dios y de transformación personal.

El desierto le ayuda a discernir, a reflexionar sobre sus métodos y a purificar sus motivaciones en espera del momento propicio para el encuentro con Dios: “quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada” (Ex 3,5). Y Yhwh le llama confiándole la misión de convertir un puñado de esclavos en un pueblo libre, un pueblo de hermanos.

No Solo De Pan: La Palabra y el Espíritu

Al respecto Moshé pone en valor le hecho de haber recibido el maná durante todo este tiempo, pero lo pone en contexto. No sólo de pan vive el hombre es una frase que la escuchamos a menudo. ¿Cuál es la otra parte del versículo? No sólo de pan sino de todo lo que sale de la boca de Adonai.

Este año, cuando volví a leer la parashá me encontré comprendiendo este versículo de otro modo. No vivimos sólo de lo que nos alimentamos, no vivimos sólo porque somos seres de materia y materialidades, también vivimos - o morimos - de lo que sale de “nuestras” bocas. Las palabras que decimos nos fortalecen o nos enferman. Nos ponen de pie o nos hunden. Las palabras que decidimos decir y las que decidimos escuchar nos sostienen o nos derrumban.

Nuestros mundos se definen y se perciben a través de las palabras que pronunciamos. Nuestros vínculos se afianzan o se degradan con las palabras que dedicamos. No sólo de pan vivimos, no sólo de satisfacer nuestras necesidades económicas y sociales. Estar habitados de palabras sombrías, de sospecha, de desesperanza, de confrontación hace que nuestras vidas sean un poco menos vivibles.

Busca en tu casa, en los frascos de tu vida y tu memoria las palabras que quizás perdiste, esas que están locas de ganas de volver a ser elegidas.

El Hombre Espiritual: Alimentado por el Verdadero Pan

Un hombre espiritual es aquel que sabe alimentarse del verdadero pan y establece relaciones auténticas con Dios Padre y con los hombres, relaciones que le hacen hijo y hermano. El evangelio nos dice que lo que importa es el signo, no simplemente comer el pan. Lo propio del hombre es entender el significado que va más allá de las cosas, no quedarse atrapado en lo externo, en lo fenoménico, sino ir en profundidad y descubrir una realidad invisible y eterna en lo visible y perecedero. Esta lectura espiritual de la realidad es la fe.

El hombre vive de significados. Necesita dar significados, hacer una narración de su vida y de lo que le pasa en la vida. Los animales también toman su pan, pero no descubren un significado más profundo. Solo el hombre da significados a las cosas que le rodean.

Uno es el pan que hace perecer, que hace que los hombres se maten por este pan. Es el pan que genera la pasión de poseer y no compartir. Y otro pan es el que da la vida, es el pan que se comparte. El primer pan engendra relaciones de muerte, el segundo relaciones que dan vida porque dan el amor. El pan no es el fin de la vida, sino el signo de la vida que es amor.

Jesús está hablando de un pan que da la vida eterna, un pan que se toma aquí, pero que da vida eterna. Es el pan que buscamos todos. Un pan que nos sirva para vencer la muerte, la enfermedad, para tener una plenitud de vida. En el pan compartido está el amor del padre, de los hermanos y la vida eterna.

Los apóstoles le preguntan: ¿qué debemos hacer para tener este pan que no perece? Jesús responde diciendo que antes de hacer ellos, está el hacer de Dios. Mira lo que hace Dios, mira cómo has sido hecho. Has sido hecho como hijo de Dios. La obra de Dios es que te ha hecho hijo, esta es la obra de Dios. Y Dios desea que la sigas y así podrás hacer las obras de Dios. La raíz del hacer humano es la fe.

Nosotros, como aquellos discípulos, le pedimos a Jesús: danos de este pan. Y Jesús nos dice: yo soy el pan de vida. Se aplica a Él lo que podemos decir del pan: símbolo de la vida. El pan es compuesto de la tierra (agua y semilla) y de la fatiga del hombre (el bien y el mal de las relaciones del hombre, alegrías y tristezas), es disponible, necesario. El pan tiene significado si lo comes, porque te da la vida. El pan da la vida cuando lo comes, no cuando lo miras. Jesús, cuando lo comemos, nos da la vida de hijo.

¡Señor, danos de este pan!

El Estudio y los Consejos Evangélicos

«Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».

La castidad es la correcta y ordenada vivencia de la sexualidad y para su ejercicio es necesaria la virtud de la templanza, la cual ordena todos los impulsos sensibles según la razón. La templanza, al afectar a toda la dimensión sensible, se fortalece no únicamente con la continencia sexual, sino con cualquier tipo de continencia de tipo sensible. Por otro lado, es un hecho que el estudio muchas veces supone un combate contra las inclinaciones naturales y sensibles (al descanso o a realidades más placenteras), por lo tanto es una forma de robustecer la templanza, lo que evidentemente también ayuda al ejercicio de la castidad.

El capitalismo que rige las sociedades actuales y que produce una competitividad agresiva nos pueden inclinar a pensar que el estudio y el conocimiento ofrecen a su poseedor poder e influencia, sin embargo, la visión dominicana ve la situación precisamente al revés, es decir; el estudio y el conocimiento están dirigidos a poder prestar un mejor servicio de predicación, a ponerse al servicio de los demás de una mejor manera.

Finalmente, la pobreza se ejercita en el estudio compartiendo el fruto del esfuerzo intelectual con los otros hermanos, pues el estudio (y especialmente el teológico) vale en cuanto nos acerca a Dios y a los demás.

Empieza un año y, con él, un nuevo periodo académico.

La Biblia y el pan, símbolos de alimento espiritual y físico.

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