Pastas la Antigua de León: Un Viaje a Través de la Historia y el Sabor

En Castilla y León, perduran obradores que han superado el siglo de existencia, testigos silenciosos de acontecimientos históricos, cambios de gobierno y transformaciones sociales. Estos establecimientos, a menudo de carácter familiar, han endulzado la vida de sus clientes con productos elaborados con dedicación y amor por la tradición.

Estos negocios llevan con orgullo sus años de historia, manteniendo la ilusión y el compromiso por elaborar productos de máxima calidad. A continuación, exploraremos algunos de estos emblemáticos obradores, descubriendo sus especialidades y los secretos que les han permitido perdurar a lo largo del tiempo.

Pero solo un ingrediente ha permanecido invariable: la capacidad de trabajo de las personas que han mezclado, amasado, cocido y repartido sus productos. Obradores centenarios con un perfil definido: casi todas son pequeñas empresas de carácter familiar con una producción de unos centenares de piezas al día.

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La Flor de Castilla (1860), Ávila

Fundada en Ávila, esta confitería es famosa por sus Yemas de Santa Teresa. El dulce podría ser heredero del que se elaboraba en el convento de Santa Teresa, allí, en Ávila: una yema de huevo batida y mezclada con un almíbar al que añaden limón y canela.

Tanto la tahona como la elaboración y promoción de este dulce con el nombre teresiano se debe al abulense Isabelo Sánchez, El fue quien estableció La Dulce Avilesa, que así se denominó al principio La Flor de Castilla. Se deja reposar y se trocea dando forma de bolas de unos dos centímetros que se envasan en tartaletas de papel.

En la actualidad, la empresa dirigida por Juan Gil Navarro, ha diversificado tanto su producción como los puntos de fabricación. Alcanza una facturación de diez millones de euros y espera tener una red de 25 tiendas restaurantes franquiciadas en 2018.

La Espiga de Castilla (1894), La Vellés, Salamanca

Cinco generaciones han pasado por esta tahona salmantina, que comenzó con el abuelo Mulas y continuó con Carlos, Eustaquio y María Celeste, hasta llegar a los hermanos Sofía y Javier Macías Mulas. El primer obrador se estableció en Villares de la Reina, donde mantuvo su actividad diaria hasta 1989, año en que se trasladó a La Vellés, según recuerda Ever Macías, co propietario del negocio familiar.

Es en estas instalaciones donde la familia Macías Mulas han dado forma a un pequeño museo con utensilios antiguos de pastelería y panadería como moldes de bizcochos, calderos de cobre, artesas, espátulas, cortadores...Lógicamente, el museo es una ‘diversión’, un complemento a su actividad.

Y, en esta, lo más destacado de sus productos de dulcería son las perronillas y mantecados, los bollos maimones, los coñitos y los mantecados pobres o de verano (denominados así por estar elaborados con aceite y no con manteca).

«Elaboramos pastas nuevas con recetarios recogidos entre los clientes de la comarca», señala Ever Macías. Así, además de lo ya mencionado, también llevan su firma las delicias y bollos de almendra, las galletas de la abuela, las galletas rizadas de mantequilla, la rosca frita y la de baño y el hornazo, «que antes solo se elaboraba para el Lunes de Aguas -el siguiente al lunes de Pascua de Resurrección- y ahora se hace todo el año».

Desde la perspectiva que facilitan cinco generaciones de trabajo en la dulcería, Macías reconoce que se llegan a cumplir más de cien años «con mucha esclavitud para mantener un pequeño negocio, sobreviviendo a las competencias y en el medio rural».

Y para ilustrar lo difícil que resulta mantener una actividad como esta en el medio rural, Ever señala: «antes había 35, 36 obradores en Villares. 101 en 1894, cuando el bisabuelo Mulas. Suministraban pan a Salamanca. Hay un prado junto al Helmántico -el estadio de fútbol-, que se conoce como el Prado de los Panaderos porque allí descansaba y comía el ganado mular que llevaban. No amasaban todos los días, se ponían de acuerdo y se iban alternando para tener todos actividad», recuerda el artesano.

Macías, además, señala que entre los dulces de antes y los que elaboran ahora apenas hay diferencias. «Se mantienen las mismas fórmulas», indica, aunque sí reconoce que «antes, las harinas eran más candeales y ahora no hay o la poca que hay es muy cara». Utilizan manteca de Guijuelo y materias primas de Castilla yLeón. Lo que no emplean son «químicos ni conservantes artificiales».

Imperiales Alonso (1887), La Bañeza, León

Las mantecadas que elaboran en su obrador han logrado que el apellido de su fundador, Emilio Alonso, se recuerde cada vez que se consumen. La cuarta generación de alonsos pasteleros está representada en Ordoño. Él es quien, como sus abuelos, mantiene la receta de unos dulces premiados en 1900 con la Medalla de Oro de la Exposición Universal de París: una masa preparada con huevo, almendras y azúcar.

Además, también mantiene la elaboración de las pastas de San Blas, que ya horneara su bisabuelo, los bizcochos de soletilla, pastas y tartas y pasteles.

Confitería Montañés (1908), Cistierna y León

Esta empresa familiar tiene origen en la localidad de Cistierna, en la montaña leonesa, cuando Nemesio Montañés decide establecer un obrador en el que elaborar caramelos, helados y dulces, hojaldre entre ellos. Precisamente, el hojaldre es lo que ha dado fama a esta confitería que ve cómo la cuarta generación va tomando el relevo en el amasado de la harina.

El despacho se mantuvo en su primer emplazamiento hasta que en 1960 su hijo Carmelo se casa y se traslada a la capital de la provincia, abriendo tienda en el centro de la ciudad. Y hoy como ayer, el hojaldre sigue siendo el dulce enseña del Montañés, tanto en la capital como en Cistierna, donde continúa otra rama de la familia.

«Sobre los hojaldres hay cierta ‘polémica’», señala Ana Montañés. Ana es hija de Carmelo y dirige la confitería de León. Una ‘polémica’ originada por saber quién ‘mejoró’ la receta del hojaldre, si Carmelo o el abuelo Nemesio.

Con más de cien años de historia, lo único importante es mantener esa receta. Los ingredientes poco han variado. Solo el origen de la mantequilla. «Al principio era de la montaña, ahora se compra por aquí, en Soria», señala Ana. Este hojaldre se comercializa en forma de lazos (de San Guillermo), teclas, palitos cubiertos de almendra y ‘montañeses’.

Dulces Galicia (1859), Tordesillas, Valladolid

Cinco generaciones llevan los Galicia endulzando la vida. Fue su tatarabuelo Fermín quien comenzó a amasar harina en este obrador. Años después, se mantienen productos y recetas aunque, entre todos ellos, destaca un dulce que comenzó a elaborar en 1954 Amador Galicia: los polvorones que les han hecho famosos, «los del papel blanco y las letras azules».

Son sus hijos Alfonso y Carlos quienes dirigen el negocio y aseguran que, en la medida de lo posible, solo utilizan materias de Castilla yLeón.

Confitería Frías (1899), Olmedo, Valladolid

El origen de esta pastelería está en la capital vallisoletana, cuando en 1899 Paulino Esteban adquirió, mediante traspaso, un obrador de la entonces calle Orates (Cánovas del Castillo). En 1900, traslada la pastelería a Pedrajas de San Esteban.

La inquietud de uno de sus hijos, Paulino, llevó el negocio a Olmedo en 1929, donde el apellido Frías sigue endulzando la Villa del Caballero. La cuarta generación, representada por Jesús Fernández Esteban, mantiene vivas las recetas heredadas que el abuelo Paulino reflejó en una agenda francesa de 1899.

Eran otros tiempos y los pesos se reflejaban en libras. Así, pastas de manteca, petisús, hojaldres y la crema se hacen como entonces. Quizás algo ha cambiado. Se trabaja de forma artesanal aunque también se utilizan aparatos que facilitan la manipulación de los productos.

Una de las especialidades del obrador son las cazuelitas elaboradas con la masa del petisú con crema tostada. Otra, unos mantecados de almendra que bautizaron con el nombre de mudejaritos para hacer honor al Parque Temático del Mudéjar.

Confitería Ribón, (1895). Medina del Campo, Valladolid

Con trabajo y más trabajo «¡y amor a la profesión!». Así han conseguido las hermanas Ribón Martín mantener y conseguir que la confitería que iniciaron sus abuelos Victorio y Telesfora en 1895 siga abriendo cada día en su emplazamiento de siempre: la calle Ángel Molina de Medina del Campo.

«La fundaron los abuelos aunque la promotora fue mi madre, Pilar Martín, que con diez hijos hacía cursos en León», reivindica Inés Ribón. Entonces eran otros tiempos. Además de cocer los productos que se elaboraban en la tahona, dejaban que la gente cociera en ellos sus pastas y magdalenas.

El equipo formado por Amparo, Pilar, Rosi, Ana e Inés Ribón Martín siguen elaborando dulces con las recetas de su madre y sus abuelos. «Las magdalenas son como las de hace cien años, sin añadir productos artificiales», señala Inés. Y magdalenas y pastas caseras de piñón, petisús y empanadas de hojaldre son algunos de sus productos más conocidos.

También conservan alguna máquina centenaria, como una para pelar almendras, «pero ya no se usan», añade. El paso del tiempo y el avance de la técnica han mejorado la maquinaria y ‘evolucionado’ algunas recetas. «Hay que reciclar las rectas, intentas seguir la tradición pero apuestas por cosas más sanas», comenta. Por ejemplo, apunta que también elaboran pastas integrales y han sustituido el empleo de la manteca por el aceite de oliva, «más sano», añade.

La Espiga 1898 (1898). Medina de Rioseco, Valladolid

«Fue Obdulio López, tío de mi abuela Victorina Álvarez, quien fundó la empresa en Rueda. Vendía harinas, salvados y compraba y vendía carruajes y granos. Años después, se trasladó al centro de la capital, a la calle Santiago 36, donde estuvo como punto de venta entre 1910 y 1940», detalla Fernando Sordo, responsable actual de la panadería, quien destaca que la tahona «mantiene el mismo proceso artesanal de elaboración ¡y los mismos productos!».

El siguiente traslado les llevó hasta Medina de Rioseco, a la calle porticada Lázaro Alonso. Jesús Sordo sucedió a su madre, Victorina Álvarez. «Mi padre dio un cambio de 180 grados al negocio. Mantuvo la fábrica en Rioseco y consiguió que los productos estuvieran en las principales ciudades españolas, además de regresar, 80 años después a la capital vallisoletana, revitalizando el mercado del pan», comenta Fernando.

Él, cuarta generación de panaderos y dulceros, señala que la empresa ha cumplido más de cien años porque trabajan «con la misma ilusión que al principio». Además, reconoce que tienen «la suerte de contar con los mejores clientes», el principal motivo para «dar un producto de calidad».

Especializado en la elaboración de pan bregado y dulces como rosquillas de palo, tortas de leche y de chicharrones y empiñonados, el obrador riosecano mantiene «el mismo proceso de elaboración de hace años, una parte está mecanizado, como el amasado, pero por ejemplo, seguimos utilizando la misma mesa de madera donde se tira la masa», señala Sordo e incide en que «ahora que está de moda que lo moderno es lo clásico» es lo que ellos hacen «desde el principio».

Destaca la importancia de la materia prima que se utiliza para diferenciar la calidad del producto final. Otro tanto, dice, ocurre con el horno. «Lo que influye es la superficie donde cueces el producto porque luego hay que tener cabeza a la hora del calentamiento, si utilizas leña es más lento y si aplicas otra fuente de calor hay que hacerlo de forma progresiva».

«Por ejemplo, utilizamos harina castellana, de Palencia y Zamora, y el horno que tenemos es de piedra volcánica italiana, me lo contaba mi abuelo, y lleva construido 75 años», señala.

Su volumen medio de producción es de unas 600 piezas al día. ‘Ligeramente’ superior a las que se debían cocer cuando en las exposiciones internacionales de panadería y repostería del primer tercio del siglo XX les premiaron con la Medalla de Honor en Barcelona 1912, 1916, 1918 y 1929; la Cruz de Honor en la de París 1928 y la Medalla de Oro en Roma 1922.

Dulces Típicos de León y El Bierzo

Como te hemos contado cuando te hablábamos de los productos típicos de León y El Bierzo, esta región posee una gastronomía abundante y variada. En otro momento tendremos ocasión de hablarte de los «Magostus» o «Magostos», las fiestas bercianas y leonesas típicas del otoño tras la recogida de la castaña. Este fruto, cuya variedad en El Bierzo es única en su especie, se come asado o reblandecido en leche y es un manjar local que se exporta fuera de nuestras tierras.

Pero… tiene una pega: dura muy poco fresco. Si vienes a La Moncloa de San Lázaro en los meses de octubre o noviembre, es muy posible que podamos sorprenderte con castañas asadas de temporada, tal y como es típico en El Bierzo. Durante la Navidad en El Bierzo, uno de los productos que no pueden faltar en cada casa, son las famosas castañas en almíbar. Convirtiéndose en uno de los regalos predilectos durante estas fechas tan señaladas.

La ciudad de Astorga cuenta con una repostería que la ha hecho célebre en toda España. Por si no lo conocías, son unos bollitos dulces que vienen en cajillas rectangulares de papel perfectos para un buen desayuno con el que coger fuerza o para una merienda reconfortante. Sus ingredientes son harina, agua, azúcar y mantequilla clarificada (que es lo que las hace tan deliciosas).

Otra de las maravillas para el paladar made in Astorga son sus célebres hojaldres. Son ligeramente crujientes y perfectos para acompañar un café o un té. Si te has animado a ir hasta Boñar a probar los nicanores, una vez allí no puedes dejar de acercarte hasta Cistierna. Las mermeladas de fruta local son muy apetitosas. Se trata de un dulce típico de la localidad de La Bañeza que tiene por base la almendra molida.

Tal vez te extrañe, y con razón, pues en la provincia de León no abundan los cocoteros. La gastronomía berciana es contundente, sí: pero muy complementaria. Una de ellos son las cerezas de El Bierzo en aguardiente, con la que el mayor manjar local es llevado a su quintaesencia. El árbol de la Cydonia oblonga es todo un tesoro.

El dulce de membrillo se prepara cociendo los frutos hasta conseguir una pasta que se mezcla con azúcar para garantizar su conservación. Dependiendo de tus gustos, se puede tomar con quéfir, yogur, cuajada… o con la variedad de queso que te quite el sueño: desde el azul-verdoso al más suave tipo burgos. El membrillo es cónyuge y amante fiel de cualquier producto lácteo.

Por ello, León es una tierra de paso… pero también un sitio en el que quedarse.

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